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Revisiones

Stents liberadores de drogas de segunda generación: ¿qué nos han aportado?

Revisión publicada por los Dres Ernesto Chaigneau y Gastón Dussaillant en la Rev Chil Cardiol 2010; 29: 360 – 364

Desde la introducción en el año 2002 de los stents fármacoactivos (“Drug-eluting stents”, DES) de primera generación, liberadores de sirolimus o paclitaxel, Cypher® (“Sirolimus eluting stent”, SES, Cordis/ Johnson & Johnson, NJ, EE.UU) y Taxus® (“Paclitaxel eluting stent”, PES, Boston – Scientific, MA, EE.UU) a la fecha, se han implantado más de dos millones de unidades en el mundo para el tratamiento de diversas formas de ateroesclerosis coronaria obstructiva. Con la incorporación de estos dispositivos, la proliferación neointimal, la reestenosis clínica, y la necesidad de reintervención post angioplastía han bajado de forma ostensible, generando uno de los avances más espectaculares en la historia de la Cardiología Intervencional.
El punto “negro” en esta historia en desarrollo ha sido la ocurrencia de la trombosis aguda de estos stents. En el año 2006 un metanálisis de 19 estudios aleatorizados, mostró una tasa de trombosis en el seguimiento a un año de 0,7%. En el mundo real se ha reportado una tasa mayor, como en el registro Bern-Rotterdam, en que la tasa de trombosis angiográficamente confirmada fue de 3,3% a 4 años .
La ocurrencia de trombosis tardía y muy tardía, meses e incluso años post implante, generó gran alarma mundial, dada la alta letalidad de estos eventos que varía entre 25 y 65% en distintos grupos de pacientes 4, hasta el punto de cuestionar la utilidad de estos dispositivos.
Los DES de segunda generación entraron al mercado a partir del año 2008 con la promesa de una mayor seguridad seguridad, eficacia y facilidad en el implante. ¿Cómo lograr esto?, básicamente mejorando las características del polímero (reservorio y plataforma de liberación de la droga), utilizando derivados de la rapamicina y mejorando la estructura y composición del stent. Ahora bien, ¿podemos decir que esto se ha cumplido?, ¿debemos olvidarnos de los stents fármaco-activos de primera generación? El presente artículo pretende responder estas interrogantes.

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